Teresa Vicetto fue co–fundadora en 1981 y directora editorial de la revista Quercus durante casi dos décadas.
En la primera etapa de esta publicación, cuando se imprimía en blanco y negro, su participación en la edición de los textos de los naturalistas que colaboraron en Quercus (más de 300 en los primeros diez años de la revista) fue decisiva.
Llevó también la atención directa, personal, con trato de amigos, que los eran, de los miles de colaboradores, lectores y seguidores que tenían las iniciativas de comunicación surgidas alrededor de Quercus, El Cárabo, Natura y la Librería Linneo, asumiendo, además, la administración financiera y laboral, tanto de la revista Quercus como de otras actividades paralelas complementarias a la misma (Museo, edición de libros, CPN, carpeta informativa del CENEAM, Feria del Libro, etcétera) en las que, en su momento álgido (1990), llegó a contratar a 24 personas, todo un reto de gestión y coordinación.
Del lanzamiento de Quercus cabe destacar cómo se financió la salida de la revista, ya que, sin recursos ninguno por parte de sus dos únicos promotores, se hizo el ya histórico folleto que reproducimos más arriba (ò Pulsa este enlace para verlo en Flickr) que se envió a 4.000 personas, de las que 750 contestaron a vuelta de correo enviando las 1.300 pesetas que se les pedía para suscribirse …\»a una revista que haría si se reunían suficientes suscriptores\» para pagar la imprenta, sin decir una palabra de una posible devolución del dinero, si aquella especie de primer Crowdfunding de la historia del conservacionismo español fracasaba… No es de extrañar que algunos destinatarios del mailing, reunido gracias a la generosa cesión de listados de socios por las juntas directivas de asociaciones conservacionistas como SEO, Aepden, Sociedad Española de Historia Natural, GOB y otras ONG, esperaran a que saliera el primer número para suscribirse. A finales de 1981 la cifra se dobló y luego llegó en pocos años a los 6.300 suscriptores que llegó a tener Quercus en sus años mozos, con otros tantos compradores en quiosco.
La odisea empezó leyendo en voz alta cada una de las fichas sueltas con los datos de los 2.000 socios con los que contaba en 1981 la SEO (Sociedad Española de Ornitología), escritas a pluma con la buena y artesanal caligrafía de los tesoreros. Amablemente nos dio acceso al fichero su secretario general, sucesor del profesor Bernis en el cargo, Manolo Fernández Cruz, al que desde aquí se lo volvemos a agradecer.
Con la ayuda de un magnetofón para grabar nombre y dirección de los 2.000 socios, –tarea en la que ayudaron Clara Romero y Manolo Merino– se registraron dichos datos que luego se pasaron a hojas de etiquetas para su envío por correo, sistema que se empleó en los primeros números –hasta que llegó el primer ordenador en 1983– fotocopiándolas y pegándolas a mano en cada sobre para hacer el envío de las 6.000 revistas a suscriptores. Tiempos heroicos, sin duda. Ayudó ser veinteañeros.